El biólogo Luis Jácome, presidente de la Fundación Bioandina Argentina, lleva más de tres décadas trabajando en la conservación del cóndor andino, una especie clave para los ecosistemas y la cultura de Sudamérica. Gracias a la labor de su equipo y una extensa red de colaboradores, más de 500 cóndores han sido rescatados en Argentina, en un esfuerzo considerado único en el continente.

Un sistema de rescate coordinado y efectivo
Con el apoyo de la Iniciativa Perpetual Planet de Rolex, Jácome diseñó un sistema de rescate que abarca toda la Cordillera de los Andes. “Argentina tiene más de 4.000 km de cordillera. Cuando un cóndor cae herido, ya existe una red que activa el rescate”, explica.
El proceso comienza con la intervención de autoridades provinciales, que aplican primeros auxilios y, si es necesario, trasladan al animal a un centro de rehabilitación. En este punto, Aerolíneas Argentinas —cuyo logo incluye un cóndor— cumple un rol fundamental en el transporte de ejemplares.
Una vez en los centros, los animales reciben atención médica, alimentación y tratamiento. “Actuar en las primeras 24 horas es clave”, señala Vanesa Astore, bióloga del Ecoparque de Buenos Aires. El compromiso colectivo ha hecho que el sistema funcione con una eficacia notable.
Resultados concretos
En 33 años de trabajo, la Fundación ha rescatado 507 cóndores en Argentina, una cifra que, según Jácome, equivale a la población total de cóndores de países como Perú, Colombia y Ecuador combinados.

Un rol vital para el ambiente y la cultura
El cóndor no solo tiene un profundo significado espiritual para los pueblos originarios de Sudamérica, sino que cumple una función ambiental esencial. Como carroñero, acelera la descomposición de materia orgánica y reduce el riesgo de enfermedades zoonóticas.
“Es un servicio sanitario gratuito para el ecosistema”, señala Jácome. “Abre el cuero de grandes animales, lo que permite que otros carroñeros también se alimenten. Sin el cóndor, los riesgos de contaminación se multiplican”.
Las amenazas: venenos, plomo y nuevas infraestructuras
Entre los principales peligros para la especie están:
- El cebo tóxico, utilizado por ganaderos para eliminar pumas o zorros, pero que también mata cóndores y otros carroñeros. Aunque la problemática se redujo tras estrategias implementadas desde 2017, sigue siendo la principal causa de muerte.
- El plomo, presente en los restos de animales cazados. Al consumir carne contaminada, los cóndores sufren saturnismo, una intoxicación letal.
- Las infraestructuras eléctricas, como los tendidos de alta tensión, que provocan electrocuciones.
- Los parques eólicos mal ubicados, que en el hemisferio norte ya han causado la muerte de miles de aves. Jácome insiste en la necesidad de planificar su desarrollo en zonas que no interfieran con rutas de vuelo del cóndor.
Del rescate a la reintroducción
Luego de su recuperación, los cóndores pueden seguir tres caminos:
- Algunos no sobreviven a sus heridas.
- Otros quedan con secuelas permanentes y permanecen en cautiverio.
- Los que se recuperan por completo son liberados nuevamente en la naturaleza.
Los ejemplares no aptos para la vida silvestre pasan a formar parte de un programa reproductivo, esencial dado que los cóndores tardan cerca de nueve años en alcanzar la madurez sexual y solo tienen una cría cada dos o tres años.
Hasta el momento, 258 cóndores han sido liberados. “Cada liberación es un momento de adrenalina, de esperanza”, dice Jácome.
Tecnología para seguir su vuelo
Gracias a rastreadores satelitales, los expertos pueden monitorear la actividad de los cóndores liberados: su ubicación, altitud, velocidad y comportamiento. Esto ha permitido entender sus patrones de vuelo y adaptar las estrategias de conservación.
“Son maestros del arte de volar. Pueden recorrer hasta 300 km en un solo día sin batir las alas”, destaca Jácome. Y esa capacidad obliga a pensar la conservación como un trabajo colectivo entre provincias y países.
Una red que sostiene el vuelo
Jácome lo resume con una metáfora conmovedora: “Cada uno de nosotros es como una pluma. El cóndor no puede volar si le falta una. Si cada persona, cada institución, aporta su parte, entonces el cóndor vuela”.